Un hombre y una mujer visitan a un asegurador porque tienen la intención de comprar una parcelita en el cementerio para vivir como Dios manda toda la eternidad. Sin embargo, la extravagancia es que ninguno de los dos son creyentes. En realidad, todo es una aviesa estratagema de esta pareja para cargarse la competencia. Una farsa dislocada con la que el escritor no sólo pretende reírse de la muerte sino también de la existencia, contaminada única y exclusivamente por el interés.
(FRAGMENTO)
ACTO ÚNICO
Nos encontramos en una oficina. Una mesa con un ordenador y anaqueles con archivos y carpetas. Se oye de fondo la canción Un okupa en mi corazón. Llegan acompañados por el ASEGURADOR, un HOMBRE y una MUJER. Todos toman asiento en sus respectivas butacas. Están situados en un lateral del escenario.
ASEGURADOR.- Ustedes dirán.
HOMBRE.- (A la MUJER) ¡Anda, habla tú que le das mejor al pico!
MUJER.- Verá, nosotros querríamos un localito en el cementerio.
ASEGURADOR.- Usted querrá decir un espacio para vivir la eternidad.
MUJER.- Pues, sí, bien mirado así queda mucho mejor, más poético.
HOMBRE.- Tanto como poético, pero bueno. De todas formas a mí me da un poco igual, porque, como debería saber usted, yo no soy creyente.
(La MUJER le echa una mirada al marido que lo funde. El ASEGURADOR bastante confundido y sin haberse percatado de la mirada de la MUJER se dirige al HOMBRE🙂
ASEGURADOR.- Si no es creyente, entonces le dará igual ser enterrado en el espacio reservado a los suicidas.
(La MUJER sigue con su mirada aviesa clavada en la cara del HOMBRE)
HOMBRE.- ¡Hombre, tanto como eso! Pero la verdad es que el último hoyo lo tapa el cuerpo.
ASEGURADOR.- Hasta ahí vamos bien. (Dirigiéndose a la MUJER que no ha dejado un momento de mirar al HOMBRE con intención de intervenir) Comencemos por el principio. ¿Ustedes desean unas parcelita, un hoyo, para entendernos, o por el contrario, desean un mausoleo?
MUJER.- Hombre, tanto como un mausoleo. Algo así como para la clase media. Tampoco es que nos chorree el dinero.
ASEGURADOR.- Bueno, parece que ya nos vamos centrando algo.
(El ASEGURADOR comienza a mirar en el ordenador un cuadrante con precios y terrenos)
¿Y les gustaría que su parcelita estuviera en primera línea, en segunda o en tercera?
MUJER.- Tampoco queremos que nos entierren en un lugar que no nos vea nadie. Algo mediano, ya le digo.
ASEGURADOR.- Entonces, estamos pensando en una segunda línea. Bien, bien… ¿Y prefieren sol o sombra?
(El HOMBRE se está rebullendo en el asiento dispuesto a intervenir:)
HOMBRE.- ¿También hay sol o sombra en el cementerio? (Descubriendo la realidad) Como en los toros. Da la impresión de que usted nos quiere vender unas entradas para una corrida (se sonríe al nombrar la palabra) o un chalet en el cementerio.
ASEGURADOR.- (Un tanto alterado) Perdone, señor, nosotros tratamos de ofrecerle lo que tenemos. En la vida como en la muerte hay gustos como colores, variedad de precios, intenciones varias y nosotros deseamos servir a los clientes con la mayor profesionalidad.
HOMBRE.- Usted perdone, caballero, si le he molestado…
MUJER.- (Por el marido) …Este hombre siempre es el mismo… Se toma la muerte a broma. La muerte no debe ser tomada en broma, es lo más serio que hay.
ASEGURADOR.- (Comienza a tener cierta complicidad con la MUJER) Efectivamente, señora, la muerte no hay que tomársela a broma.
HOMBRE.- (Enfadado por la complicidad) Oiga, tengamos la fiesta en paz. No sólo no me tomo en broma la muerte, sino que me da la impresión de que me la tomo más en serio que ustedes ambos.
MUJER.- (Trata de quitar hierro a la intervención del marido y ser amable) No empieces con los celos, hombre, qué quisquilloso eres. El señor sólo trata de mostrarnos la mejor mercancía que tiene.