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BASURA DEL CORAZÓN

Ed. Rondas

TORÉS, Alberto (2005): “Basura del corazón” en “Estudio preliminar” de Tránsito, Jaén: Instituto de Estudios Giennenses, pp. XV-XVII.

Una inspiración elegante, luminosa, argumentada que responde con personalísimos atisbos de originalidad al impacto de la ciudad. Un poemario con una fuerte carga conceptual que se manifiesta en un lenguaje cuidado, minucioso mas desobediente.

Aquí el poema no es sólo lo que reside en el mismo texto sino las ideas que anida y con las que se carga el poema. De ahí la extrañada importancia que adquiere la disposición diegética. Los paréntesis son protagonistas de un recorrido que sin perder esencia va buscando las claves del hecho cotidiano.

Este segundo poemario es una óptica radical donde la contradicción logra espléndidos resultados. Subraya el poeta un apuntalamiento ético que asigna promesa y realización históricas:

Me he rajado todo el corazón
en busca de la piedra que aniquile
el último escalón de vidamuerte…

Pertenece al poema “Suicidio”. Del texto “Suculento camino” también entresacamos:

Sobran los versos
para la Eternidad
del solo, del número, de la plusvalía.
Para hacer el camino
sobran guerras, espantos, ladrillos.

Paralelamente atendería a los aportes de Claude Le Bigot [1].

El poemario, con todo, se vuelve hacia el interior, y ese gesto transforma la composición en un recuento sensible que no en una disposición vociferante. Si, la poesía de la experiencia -por citar, una tendencia todavía en activo y relevante dentro de nuestro panorama poético de inmediato- propuso la abolición de la modernidad, solicitando un lenguaje comprensible, rechazando el aspecto circunstancial de las vanguardias así como de la experimentación, en el caso de Morales Lomas, la modernidad y la experimentación son precisamente sus dos mejores bazas, aunque comparte ese reclamo de realismo sustancial, esa experiencia socialmente armonizada para liberar el discurso poético de todo artificio. Puede percibirse con toda nitidez en el poema “Sabrás todo”:

He de contar, facsímil,
el tremoleo de la rata
en la alcantarilla.
Hacia abajo,
en la espeleología
de la razón humana.

Conviene recordar que, por otro lado, F. Morales Lomas cursó sus estudios de Filología Hispánica en la Universidad de Granada y que se impregnó del mismo ambiente que entonces se respiraba. En cierta medida, por afinidad pero por cercanía, no estuvo ni alejado ni reacio a las tesis de “la nueva sentimentalidad”, compartiendo aulas, materias, lecturas y profesores tan cruciales en esta materia como Juan Carlos Rodríguez. Sólo el hecho de haberse trasladado a Barcelona refuerza el camino de la experimentación particular. En este poemario se manejan extremos: la experiencia cotidiana pero también el existencialismo onírico, el imperativo cultista y la propuesta contemporánea de la intimidad que ha de conocer variaciones discursivas. Son entonces unas sucesivas puestas en escena de juegos de contrarios, espejos, reflejos, guiños vanguardistas.

Transversalmente emergen una serie de diálogos e interrogantes que el poeta dispone a lo largo de todo el libro porque está declarando que el elemento azaroso no sólo es prescindible sino ajeno a la propia invención literaria. Morales Lomas, en esta segunda entrega, ya plantea la necesidad de reivindicar la memoria, la pertinencia de acudir a la historia para enriquecer en conciencia al mismo poema.

[1] C. Le Bigot en su artículo, “La poésie de l´expérience”, Europe, Abril, 2000, afirma : “La poésie est donc connaissance de soi et connaissance du monde, reconnaissance de soi par rapport au monde, c´est-à-dire invention d´une identité. Elle exprime toujours les liens dialectiques ou conflictuels entre soi et le monde ; cette position doit être distinguée de la projection d´un désir sur une réalité vulgaire ou insatisfaisante. La concepción de la poesía como vía de conocimiento está muy presente en F. Morales Lomas.

SELECCIÓN DE POEMAS

La escuadra del Odio habitó

en maridaje perfecto

con el hombre concreto,

desprendió la cal de sus venas

hacia el suelo cual vertebrado opaco,

asiento de lo putrefacto.

Y la voz se hizo eco

mugido

de profundas resonancias…

Se quebró la luz

de su cuerpo

proyectando en la pared del edificio

un tierno cordón de Muerte.

El Odio se aventuró una vez más.

Explotó, sancionó, arrojó

mil haces en plurales direcciones

siempre con la misma intensidad y sinestesia.

El hombre, que ya había perdido

el sigilo de lo cotidiano,

se abrazó al día besando

con eros cada minuto justificado.

Haces felinos enfilaron

la línea horizontal

siendo ya deshecho de luz.

Al llegar de nuevo el rayo todo ha sido inútil.

Cuando Juancalle se convierte en un mundo

de hombres adocenados,

dejo pasar la última sonrisa entre sus dedos

que se escapan de entendimiento amoroso.

Cuando Juancalle se tiñe el pelo de noche

y espera que el cartón con los últimos

rayos de la sensibilidad le apriete la yugular.

Cuando atado al pasaporte de nuestra

existencia retrato la opacidad hacia el futuro,

como fustigado amante.

Cuando me abanico el escozor del cerebro

con un peine de plomo entreabriéndome

a la sílfide ocasión de la nada.

Entonces.

Cuando tantos cuandos se busquen

en el tiempo para grabar mi historia,

romperé al hombre en cien amapolas.

Cuando mis venas respiren la gasolina

de la noche como el que come santos

de esperanza.

Cuando se sienta el camino

entre mi cemento plateado.

Cuando sea un futuro

que no me coma en la derrota del farol de turno…

Cuando la vida sea la boquilla encendida…

Cuando me encuentres dormido.

Cuando…

Cuando, ah la vida…

Justo entonces podremos mirar sin asombro

a un niño que juega.

Ha rugido tantas veces,

Madre,

Brotada desde el asfalto,

Nuestros pañales

Eran crin de terciopelo,

Los lagos de sangre…

Y tú inquirías la epidermis

De la Muerte, como el que cuenta

Érase una vez…

Ha bramado la Epidemia En los libros, púberes

De tanta violencia

Cuando se arrastraban

Durante horas y horas

Llevando por compañero al silencio…

La Epidemia lo ha seguido,

Una y otra vez,

Rozando ladrillos y leucocitos,

La abrazaba dulcemente

Llamándole amor.

Ha increpado a guardias

De blanco,

Anunciados (todos) del mismo color,

Con niños breves en sus brazos,

Igualmente viejos.

El aire ha mugido denso y opaco:

Sílabas tónicas,

Rabias,

Terremotos,

Percances,

Odios,

Límites,

Verbos…

Y ha gritado a los óbitos,

Con los brazos cosidos

De niños débiles y cenicientos.

La sangre ha vuelto a brotar

Del asfalto,

Limando la geología

Y los valles, como un volcán

De pájaros…

Todo ha sucumbido todo

Incluso las ratas se han devorado

Unas a otras,

Otras a unas,

Y han sido carne de sangre,

Carne de Alborada.