Cuadernos de Sandua, CajaSur, Córdoba, 2001. (Finalista del Premio de la Crítica)
[ISBN 84-7959-409-8]
Francisco Morales Lomas es, dentro del campo literario un trabajador infatigable, de manera que el dicho en virtud del cual el arte se compone fundamentalmente de trabajo –entendido y ratificado por Picasso- encuentra en las múltiples inquietudes de Morales Loas toda su razón de ser. Crítico Literario, narrador, dramaturgo, docente y poeta, ha mostrado siempre una feliz luminosidad expresiva a la vez que una absoluta implicación con el texto y su entorno. Balada del Motlawa, tras haber publicado 7 poemarios, 20 Poemas Andaluces (1981), Azalea (1991), Senara (1996), Aniversario de la palabra (1998), Tentación del aire (1999), Salumbre (2001), acaba de publicarse en la colección cordobesa “Los Cuadernos de Sandua” con más de 80 títulos en la calle. Morales Lomas afianza desde un principio alguna perspectiva que resulta a la sazón crucial para leer con rigor su obra poética. Aquí, entiende que no puede darse ninguna estética, ni siquiera un avance en una estética en concreto sin el detenido conocimiento del entorno, sin la reflexiva mirada hacia el pasado, en definitiva, sin la enriquecedora red de relaciones que la aventura viajera aporta. Un cierto tono de rebeldía hacia lo decadente, la desilusión y la mediocridad de un tiempo, podría considerarse como un rasgo de una tendencia poética emergente que viene a conocerse bajo la denominación de “humanismo solidario” de la que el poeta jiennense es precisamente uno de sus ejes básicos. Retomamos una aportación de José Ángel Valente para su aplicación en la escritura de Morales Lomas ya que éste se decanta por las “palabras substanciales”. Palabras que buscan la belleza, la exactitud y la plena significación con la suma de saberes, intuiciones y expresiones intensas. Pero además, habría que señalar la presencia pulmonar del hombre y de la historia, todo lo cual configura un sustento que actúa como contrapunto a los flecos de los brillos efímeros así como antídoto de la sinrazón y finalmente como rumor intelectualizado que lúcidamente transgrede quiebras, caídas y pérdidas. Esas naturales conexiones entre nuestro interior y el hecho social son una dimensión más de la escritura de Morales Lomas, entiéndase como un proceso de búsqueda y de maduración hacia la propia conciencia cuando no hacia el papel que ha de desempeñar el generoso oficio de la escritura. El despliegue del pensamiento, la formulación de un lenguaje sugerente y descriptivo, original y auténtico tienen forma de balada como si de forma traslúcida e inquebrantable el poeta quisiera introducir la vertiente de atemporalidad que encierra la música para conferir a lo perceptible un apunte de intangibilidad. Mas es sólo parte de un todo ya que la música y todas sus connotaciones discurren por el río Motlawa, en un claro simbolismo de renovación a todos los efectos. Witold Gombrowicz y, en menor medida, Stanislaw Witkiewicz junto con Bruno Schulz, son las referencias literarias polacas que le sirven para extender sus objetivos. El desarraigo, la búsqueda de una verdadera actitud humana, la otredad, el pleno del doble, un sistemático rechazo a lo normativo, ciertas dosis de ironía tan mordaz como crítica, un documentado perfil de la sociedad contemporánea y alguna perspectiva existencialista. Esa idea de Gombrowicz que ahonda acerca de cómo se deja de ser lo que se es para convertirse en lo que se nos impone, se refleja con nitidez en este poemario. Balada del Motlawa puede ser la metáfora moderna de la tristeza. En cualquier caso, no pierde el enfoque, ahondando en detalles íntimos o esperanzas que se protegen del dolor para establecer una propuesta coherente que es devenir y piedra angular de su poesía: “Quizá no llegue nunca la calma/y el mar sólo sea una voz triste/que se muere en los arrecifes de coral”, nos escribe en el poema titulado “Cuerpo de arrecifes”. En otra composición, “Nowa Huta” se nos fecha la inquietud: “Lejos de los sonidos de la trompeta/de la iglesia Santa María de Cracovia/y de aquella leyenda del vigía herido,/hoy quiero hablarte del dolor,/…Es un dolor antiguo que desciende/del cielo con la nieve…”. Poesía es aquí inteligente introspección y una turbulenta representación del amor sustentada en una portentosa estructura memorialista, es decir, nociones-clave en su proceso creador. La educación sentimental alcanza una significación esencial que refuerza si acaso las consideraciones expuestas. Paralelamente, el campo histórico sienta las bases para gran parte de su obra, tanto la ficticia como la ensayística. Añadiría que el valor y el manejo de los pretéritos en este poemario no sólo son un rasgo sobresaliente sino también diferenciador. De ahí que se produzca un permanente retornar a las raíces, un constante girar a las fuentes clásicas, un contundente planteamiento de la alternativa del origen como referencia indispensable de la literatura y de la vida. Poesía sin convulsiones pero incesante en sus experiencias y exploraciones. Poesía palpable que toma el terreno de la geografía como espacio para manifestar tensiones. Poesía vibrante que implica y evoca a la vez en una sabia mezcla de tono crítico y concepción sensual. Poemas como “Chopin”, “Una noche Copérnico observa una estrella desde Frombork”, “Historias inciviles” o “Tiempos modernos” son algunas muestras ilustrativas. Balada del Motlawa, entre sus aportaciones, posee la capacidad de generar interpretaciones de gran riqueza para el lector, no se aleja de una visión comunicativa como fórmula conceptual de la poesía pero no huye de las posibilidades de la figuración.
A Günter Grass
Las campanas de Gdansk tienen el brillo incendiario
De los amaneceres sobre el Motlawa
Y el consuelo de las palomas.
Son bronces ebrios de gratitud
Y ruiseñores que gorjean.
Claros ríos de murmullos
Que ascienden evangélicos
En el vertiginoso estío.
Zarzas que encienden la paz
Y ocultan el gemido del viento
Mientras el corazón místico
Las proclama.
Compiten con los pájaros
Y los blancos salterios
Pero su corazón es más puro.
Y es su despertar corolas
Que se abren y campos inflamados.
Siempre quedará la oratoria
y la amargura de los suburbios.
Buenos tiempos para las versiones
originales de lo que es una senda,
húmeda de sangres y ríos.
Bailamos el regreso de la libertad
y sentimos que oleadas
de electricistas invocaban a Juan Pablo
desde Gdansk hasta Zakopane.
Algo ha cambiado en nuestra alma
y bailamos con los sindicalistas
y los militares y los arzobispos.
Nuestra alegría es en tecnicolor
y las lágrimas las hemos dejado
en los últimos ataques de los alemanes,
Vístula abajo o en el frente ruso de Lublin.
Nos sedujo la televisión
y la oratoria, un sucio discurso
que hablaba de limpieza y progreso.
Hemos conquistado la felicidad
cuando apenas queda nada en pie,
sólo suburbios y grandes palabras.
“Nunca más la guerra”
HENRIK SUCHARSKI,
Comandante de la plaza de Westerplatte.
La muerte siempre es cosa
De otros, de seres anónimos
Que no caben en el viento,
Es un ánfora de tempestades
Que busca cuerpo a la deriva,
Un negror de retamas en ardentía.
Cada uno lleva su atavío
De zarzas que arden
En el crepúsculo violáceo
De una tarde en ruinas.
Pero siempre es anónimo
El que muere
En la cruenta oscuridad,
Dejando el aire beodo
Y la música de cuchillos,
Los huesos encenagados
Por la tenebrosidad de las cenizas
Y las espinas como gredas
Que construyeron lo que somos.
Toda nuestra historia
Está llena de tumbas
Y cruces muy ordenadas
Que son como graznidos
de herrumbre en la noche.
El amor es el fraude de los sentidos,
El hueco de las palabras,
El rugido de los corazones,
Tú lo sabes,
Ahora que ya nos moldea el tiempo
Y podemos guardar sigilo.
Ahora que quizá Chopin toque el piano
en la Zelazowa Wola y haya dejado su corazón
como una aldaba, emparedado en la piedra
de una iglesia de Varsovia.
Pero yo te quiero
Con el tañido del teclado
Y el pálpito de un corazón que suena.
Llueve en ti, cercano el otoño,
y la música puede ser la cadencia
de tus ebrios labios,
hojas que lamen las escalinatas
de este templo donde está cautivo
Chopin, y las notas suenan
y los valses nos siguen cuando bajamos
las escalinatas y el mundo estalla.
Sólo ruge la verdad cuando me miras,
quizá sólo sea el corazón
de Chopin emparedado.
UNA ESTRELLA DESDE FROMBORK
De nada sirve ya la mecánica palpitación del mundo
ni el lugar que ocupan las aves que desde el mar
anegan estas mansiones. Los hombres han ladrado
demasiado en el indomable laberinto
de las catedrales y las sacristías.
Ahora sólo veo la fulgurante estrella
que reverbera como una respiración
en el orden celeste del mundo.
Sólo me llega su llama antigua
y su sonido que es la consagración de la claridad.
Es el mar de luz el que anega estos ojos
cansados, ahítos de tanta estupidez mundana.
Pero hoy te espero en el ojo oscuro,
poderoso como el primer sonido de la creación,
con la ansiedad de las horas,
feliz porque la vida ha creado el orden.
Y te has visto en la nieve
construyendo el silencio de la tarde,
solitario en medio de las campiñas
de ceniza, que son como los cauces
oscuros de cualquier riachuelo seco.
Todo un mar negro y nieve
la memoria, un angosto mar lejano,
en la espera de los campos sin flor,
la frialdad rota de tu cuerpo sepia.
Lejos el horizonte
abría la claridad de la esperanza,
ese invierno de sucia claridad
que es como un ceniciento catafalco
en campos sin retorno.
Y te has sentido preso
de los ojos de antaño, las mazmorras
de la memoria, en este
invierno, abierto campo,
vencido por el frío.
Sabes que hoy es noviembre
y ruge el viento como un perro herido.
Los postigos de tu cuarto han cerrado
la postrera claridad de la tarde
y el silencio, reducto
de esa estancia en bruma,
ha pernoctado en ti como un chacal.
Se ha hecho largo ladrido la noche,
redimidas sombras en desbandada,
cachorros de arrebato.
Te has sentido sucio y criminal
como un matón a sueldo
al que sólo persigue el infortunio,
cómplice del asesinato de la vida
o acaso resto de algún petrolero
que obita en mar lejano.