EL AGUA ENTRE LAS MANOS
Aula de Literatura José Cadalso, San Roque (Cádiz), 2006, pp. 3-5.
Aula de Literatura José Cadalso, San Roque (Cádiz), 2006, pp. 3-5.
ADICCIÓN LITERARIA: MORALES LOMAS.
Paco Morales Lomas tiene una relación con lo literario que pertenece al ámbito de las adicciones, de las dependencias, de los vicios, como aquellos que uno inició de joven y se te fueron quedando impresos sus efectos en las células, hasta el punto de que ya no resulta suficiente con el coqueteo esporádico con alguna de sus sustancias, sino que nos lanzamos a todas las variedades con la convicción de que ya no hay cura. En este sentido, no sólo se merodean, catan, afrontan y sufren las diversas posibilidades creativas de la literatura, sino que también, lo cual es menos frecuente, nos atraen el campo de la crítica, la investigación, el estudio profundo de lo literario, todo eso que es menospreciado a menudo por los que ingenuamente se consideran creadores puros.
Lo cierto es que no conozco a ningún poeta que no sepa muy bien lo que hace y por qué lo hace, que no sea un gran lector y capaz por ello de una existente autocrítica, o crítica de lo de los demás, aunque a veces lo oculten. Lo de la inspiración y las musas, lo del arte que fluye con naturalidad, sin esfuerzo, es una falsedad evidente, lo que ya confirmaba Baudelaire. Sólo quien es verdadero creador puede ser buen crítico, pues la crítica es también creación y como manifestaba Shelley (Defensa de la poesía), todos los grandes filósofos, profetas, historiadores, o líderes sociales de la historia fueron poetas, tenían alma de poetas. La experiencia en carne propia de un estudio de Morales Lomas me permitió comprobar que uno no está a salvo de que te desvelen íntimos aspectos si el lector que te analiza es agudo lector y encima hace pública su agudeza, evidenciando que la duda entre ficción y verdad que conlleva todo texto literario quede a la luz pública. Al menos cabe la esperanza de que no todos los lectores tienen tan finos bisturíes entre sus manos.
Y según lo he afirmado, Paco puede ser un buen ejemplo de abordaje, siempre con nivel, del relato, el poema, la narrativa más extensa, el artículo, el comentario literario, o el estudio más profundo incluida la enseñanza de la literatura, profesión que nos permite vivir todo el año (y no sólo beber) de la literatura.
En este caso, dentro de una colección que ya ha hecho historia, gracias a Juan Gómez Macías, nos ofrece Morales Lomas una selección de poemas, El agua entre las manos, donde aborda desde el principio la difícil temática amorosa, ahora desde la tenencia, no la aspiración ni la pérdida, como es más frecuente.
Unos primeros poemas, de mayor extensión y perteneciendo a libros anteriores, abren el cuaderno, que se completa con poemas inéditos más breves, pinceladas que perfilan y amplían la órbita al principio trazada.
Y en el conjunto queda así esbozado el amor de la vivencia, amor de madurez, que procede de haberlo catado y que deja constancia además de esa catadura, con detalles concretos evidentes. No es infrecuente que los poetas jóvenes, como ya he señalado, escriban de amor porque aspiran a él, o cuando lo han perdido, apenas sin probarlo. Hay que tener cierta edad (o experiencia en vivirlo) para poder hablar del centro de la experiencia, esos momentos en que uno sabe que le “tienen en el bote… como las aceitunas”, prendido y amante como un niño, pero capaz de afrontar los cuerpos como adultos, con la carnalidad que la experiencia exige y conlleva.
El amor que se refleja en los poemas es un amor de lo cotidiano, de contactos y tactos, de besos, de jugar en la cama al “pilla pilla”, sin merodeos líricos: “Sonríeme, bésame, bébeme. Víveme, / lo demás son apartes, apuntes y pespuntes…”, pero también de lo que acompaña a todo eso: a veces la tristeza, la distancia, encuentros y reencuentros, la conciencia destiempo y la ausencia de eternidad, el vacío y la memoria como agarradero para mantener vivo el sueño.
El tiempo también va pasando entre las páginas, según avanzamos en esta selección poética, sobre todo en la serie de inéditos. Es evidente que un amor no idealista, que no es sólo carnal pero que tiene en el tacto un valor esencial, obviamente recibe los impactos del paso del tiempo en el espejo, frente a los espejos de la juventud, pero es efectivamente un signo de madurez reconocer, cuando “el vivir se nos hace lento”, que así es en definitiva la vida, tal como el título del primer poema, “Lecciones de historia”.
No cabe duda de que este cuaderno es una antología, pero Morales Lomas ha tenido el acierto de confeccionarla con un eje, un hilo conductor bajo ese título general que alude simbólicamente al contenido. El agua del amor no puede ser eterna en nuestras manos, pero tampoco es cierto que salga tal como entra, pues hay un tiempo en que permanece, mayor o menor según apretemos los resquicios entre los dedos. A algunos el amor les dura menos que una ganzúa en el patio de la prisión. En el fondo es cuestión de esfuerzo, de la importancia concedida y de dedicación al tema, no sólo literariamente. En esto estamos ambos en la misma cuerda: el amor, la vida, o la literatura, nos tienen en el bote, o sea que somos como las aceitunas…
Ahora que aún se mece en un sueño
Tu memoria de palabras abiertas
Y jazmines que crecen,
Quiero dejar la noche mojada
Por tu verbo y tus lágrimas.
Como si ya no tuviéramos
Que morir ni dejar en el olvido
Nuestras almas desnudas.
En el viejo puente, en el río
y la alameda te esperaré siempre
navegando las aguas del Motlawa
como héroe que regresa
en la luz indiferente del amanecer.
Hay un hombre y una mujer
que se hunden en el instante
y son finitos en sus sollozos
y en la contaminación de su tristeza.
Una mujer como un arcano
que no extingue su horizonte.
Un hombre como un hijo
que padece su vuelo de carbón.
Y ambos con su realidad a medias,
con su invisible corazón que juega.
Une el aire sus puentes
y acaso la ternura sus bocas.
Frutos de la benevolencia de las manos,
de esa alerta que el amor crea.
Firmes en su propósito de abarcar
el mundo y con ello ser más ellos mismos,
más tierra que retoña.
Su delicadeza de seres que se abrazan
bien puede caber en un silencio
o en una noche junto al mar,
pero su empuje de rosas viene de lejos,
de esa carne remisa al cansancio
y su osamenta.
Su obra son ellos mismos atados
al universo, con los balcones que crean
sus surtidores y la necesidad
de amarse para que las heridas del mundo
no los ahoguen.
AHORA EL SILENCIO NOS OCUPA.
Sin nadie, sólo, en la lejanía.
Regreso al vacío que como un fantasma
Me protege y de mí se apiada.
Quizá sea pájaro
Que asciende los cielos
Y en la infinitud del aire
Se solaza y crece.
Navego hacia el horizonte
Que nunca alcanzaré
Sin más velas que el bramido
Del oleaje y la historia
Que se resiste a morir.
Digo ojos y se ilumina
la palabra que asciende
al cielo y, fúlgida, enciende
la antorcha de luz divina.
Claro arcano que camina
por las escalas del cielo
y despojada del velo
del mundo, en desconcierto,
alienta en el dulce huerto
la esperanza del vuelo.
Ayer te besé en los labios.
Fue como el beso del recuerdo,
El mismo beso de un verano joven
Que ya dura muchos años.
No sé si mis labios ajados
Sucumbieron ante el peso
De tu arrogancia
O fue tu cuerpo desnudo
Quien me devolvió el poso
De la memoria.
Si sé que tus palabras
Zozobraron contra el mascarón
De proa de mi cuerpo.
Que el silencio habitó
Cada palmo de la piel
Y ya sólo fuimos
Infancia que vuelve.
Morena o rubia,
Con el hábito de la carne,
En el pretil de tu mirada,
Te conté la historia
De estas arrugas que me invaden.
Me desvanecí en el sigilo
De tus largos dedos albos.
Luego me pediste
Pruebas de mi amor,
Como si el amor
Admitiese propuestas
De abogados.
Quizá algún presente
Sonoro que llevarte a la cama.
Pero sólo supe darte
Un puñado de palabras vencidas,
La película antigua
Que durante muchos años
He soñado.