DIPUTACIÓN DE JAÉN, 2022, 800 PÁGINAS.
La paradoja del caminante. Poesía reunida 1981-2021, Diputación de Jaén, 2022, (806 páginas) es el título de toda mi poesía reunida en los últimos cuarenta años. Reúne diecisiete libros de poesía. Unos son inéditos y otros éditos. Son los siguientes:
El años del cielo, El espejo vacío, Puerta del mundo, La última lluvia, Noche oscura del cuerpo, Perdonen que no me levante, Eternidad sin nombre, La isla de los feacios, Balada del Motlawa, Tentación del aire, Aniversario de la palabra, Senara, Azalea, Surcos en la almohada, Basura del corazón, Veinte poemas andaluces y La noche en que velaron la música.
A MODO DE POÉTICA
A veces uno tiene la sensación de haber estado siempre en el mismo sitio y encuadrado en la disidencia, que es la mejor forma de resistir, pero sobre todo la mejor forma de ser consecuente con uno mismo. Siempre mantuve que mi obra se sostenía sobre la deontología del lenguaje. También sospeché que la literatura era máscara, artificio, pero sobre todo conciencia y palabra en reacción y consonancia. Un artificio, pero un artificio que algunos bautizaron como armas y otros como eternidad.
Ni creo que la poesía sea un arma ni tampoco la creo eterna, pero sí puede satisfacer el encuentro, los afectos, la emoción, la solidaridad y la complicidad de lector y escritor, fraguando un estado de ánimo, haciéndose, por tanto, humana en la conjunción que va del creador a la persona que percibe ese sentimiento. Un artificio tan razonablemente solidario debe sostenerse sobre la palabra y, por ello, intento cuidarla y preservarla de agravios en diálogo permanente con la historia personal de cada ser.
La ética del lenguaje es la única estética posible.
No aspiro a convertirme en único personaje de mi lírica, pero ya se sabe que la aspiración del ser es transmitir su universo individual en compañía, creando una comunidad de sentimiento que conforma toda una época. De ahí una consecuencia socializadora, amplificadora, en la búsqueda de esa conciencia que brota del lenguaje. Un camino que va serpeando a través del nosotros, de esa comunidad histórica que es toda una vida en el tiempo que le ha tocado vivir en una ontología del ser que habita una época.
Exaltación de la palabra en un tiempo y en un lugar determinados, una forma de conocimiento que debe transmitir carácter, emoción y fuerza expresiva. Si la poesía no transmite estados de ánimo, es ajena a su ser en sí. Estados de ánimo que se forjan y nacen en la palabra. Decía Roland Barthes en Grado cero de la escritura que «la palabra es el tiempo denso de una gestación más espiritual durante la cual el ´pensamiento` es preparado, instalado poco a poco en el azar de las palabras».
Es mi forma de sentirme más en el mundo, la manera que tengo de escribir y de sentirme uno con los demás, preparando ese pensamiento, esas sensaciones que me definan en el conjunto de la colectividad. Por eso mi poesía es un lenguaje meditado, en el sentido de Barthes. Y mucho hay que meditar las palabras y hacerlas humanas, pretendiéndolas conciliadoras del silencio del lector, para que tengan sentido.
Mi preocupación por el lenguaje puede hacerme sospechoso de ser discípulo de Wittgenstein en los límites de mi mundo. Pero sobre todo existe el impulso de búsqueda expresiva, porque antes que nada la literatura debe cumplir su función poética que sólo nace de la palabra.
Esta búsqueda no significa la inmersión en lo novedoso «epatante», como fórmula creadora exclusivamente. Sino más bien la profundización en lo ya existente con la novedad que nos impone la época en la que vivimos. Síntesis, pues, entre la tradición y la modernidad, que se puede encerrar en el axioma de ser «modernamente clásicos o clásicamente modernos».
Superación, pues, del intimismo y la realidad, y búsqueda en última instancia del sentimiento de lo imaginario, conociendo bien los síntomas exteriores del alma que en última instancia se imita a sí misma, como podría deducirse.
Alberto Torés decía que mi poesía va asociada al discurso de la razón, al genuino límite donde se plasma la legitimidad del pensamiento, donde la conjugación de muestras y pasiones literarias por un lado y el caudal de experiencia personal por otro nos llevan a una conocida fórmula de poesía como fondo crítico de la vida, como si escribiera desde la vida.
Domingo F. Faílde, comentando obra Aniversario de la palabra, dirá que es «un libro que genera un discurso brillante e intenso, a través del cual la palabra protagonista, como el espíritu absoluto de Hegel, crea e informa el mundo (…) Es el triunfo de la palabra, incluso por encima del tiempo y la muerte. Vocación, en efecto, de avanzar, eludiendo trillados caminos y falacias mimadas por el éxito. El poeta transforma la materia. Es decir, la trasciende y transmuta en la redoma mágica del lenguaje. La palabra, en efecto, redime la realidad».
Y acepto también de buen grado las palabras del ensayista Wolfgang Kaiser cuando dice que en lo lírico se funden el mundo y el yo, se compenetran, y esto se lleva a cabo en la agitación de un estado de ánimo que es el que realmente se expresa a sí mismo. Lo anímico impregna la objetividad y ésta se interioriza. Por tanto, el poeta vive lo ajeno como propio y lo devuelve a la comunidad en ese proceso esencial en que consiste la comunicación poética hasta integrarse con otros seres humanos en el límite de su totalidad. Por esto acepto las palabras de Celaya que decía: «No es sincero. O mejor dicho, no es sincero en el sentido intimista de la palabra. Miente para decir su verdad esencial: La verdad de su ser hombre, puramente hombre, hombre total en latencia por encima de cuanto le particulariza».
En definitiva, la poesía de Morales Lomas nace de la conciencia de la palabra y de la emoción discursiva en su neorromanticismo cívico, con el hondo magma del Humanismo Solidario como guía, para satisfacer la empatía del lector, creándose humana en la conjunción que va del creador a la persona que lo crea y en el tiempo denso de una gestación espiritual como fondo crítico de la vida. Siendo la palabra poética redención de la realidad, la verdad del ser humano en latencia por encima de cuanto la particulariza.
FRANCISCO MORALES LOMAS
RESEÑA DE PEDRO GARCÍA CUETO EN CULTURAMAS