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SENARA

Colección Doralice, Ed. Antonio Ubago, 1996.

RODRÍGUEZ LÓPEZ-VÁZQUEZ, Alfredo (1996): “Senara” en Papel Literario de Diario Málaga-Costa del Sol, núm. 178, 24 de noviembre, p. 7. 

“(…) Vuelvo a este libro, organizado (los neoparnasianos dicen ahora estructurado”) en tres territorios: , , y . Consciente o al albur, el primero de ellos me recuerda a Baudelaire (le vert paradis des amours enfantines) y a Aleixandre. La pérdida de la inocencia y el exilio son señal de madurez dolorosa. También, aunque el voquible suena tremendo, de catarsis o expiación redentora. En cualquier caso paseamos inquietos por varios poemas de esmerada factura en los que Francisco Morales demuestra que conoce los requisitos para hacer buenos poemas (…) Y de pronto aparece el poema magnífico, el poema hecho de exceso que desborda; el poema que dice mucho más que la gramática de la que está hecho. Un poema cuyo comienzo agarra al lector y lo pasma: . No voy a cometer el error de explicar cuánta sabiduría poética hay en esos 16 versos; la nitidez lírica de este poema viene de algo que es muy difícil de alcanzar; el lenguaje poético se ha puesto aquí al servicio de lo que se está comunicando; no es ya artificio que se exhibe, sino arte que aparece convocado por la necesidad de hablar sobre un sentimiento que sólo puede ser compartido y entendido si al ritmo le corresponde la fluidez de las ideas; del yo sintiente (me miras, me hieres, me amas, mi espanto) al tú redivivo (cuando caminas, tus dedos oscurecen y asesinan). Figuras de un misterio de pasión que se ejerce de modo intemporal, en un alto paisaje de símbolos (…), acuciado por la fugacidad del tiempo en el que el poema vive, aletea….”

SELECCIÓN DE POEMAS

Cuando me hieres cuando me amas

Cuando las golondrinas del adiós me

Deshabitan y un poliédrico vacío

Sublima mi espanto

Qué tiene esa tristeza que como una

Puntiaguda rama araña las entrañas

Y al cielo escupe las hojas de la

Melancolía el oro de este encuentro

En la mar de las despedidas

Dime qué tiene entonces la tristeza

Cuando caminas y en el rastro tus

Dedos oscurecen y asesinan

Qué tiene la tristeza

Dime

Cuando me miras.

 

 

                                                       Fait palpiter le dieu,

                                                             Dans l´autel de la chair.

                                                             A. Rimbaud

 

En el altar de tu carne las volutas de la eternidad

Edifican el friso de la esperanza.

Porque esperar es sólo mecer tu desatado cuerpo

En la sombra y respirarlo con el aire y beberlo

Con el agua mientras el horizonte nos ocupa.

Esperar es creer al dios del deseo en el templo

De los ojos, del viento y la tempestad,

En la distancia que envuelve los cuerpos

En una comunión cárnica.

En el altar de tu frente los besos

Plácidamente caminan carne y sol desatados

En la cochura de los dedos, en el afán

De andar perdido en ti como se pierde

La brisa en la oscuridad.

En el altar de tus senos

Raudo desciende y obita el viento.

Palpita dios en todos los capiteles de tu piel

Y se derrama en tus besos en el río

Que fluye desde oriente a occidente

En el amplio mármol de tu catedral.

En la espera se muerden dos corazones.

                                      

 

Y tus labios volaron en el pretil de mis dedos

como un sello de olvido que deja a la memoria

prisionera y escuálida y no sabe si la finitud

se encierra como un ave negra en ese hueco

profundo y oscuro que el carmín ha dejado era

otoño y los árboles vomitaban victoriosa arrogancia

mustia esparcida por los espurios suelos restos

de un manjar yacente y tú en la lejanía depositabas

tu beso en mis abuhados dedos tan lánguidos

y lejanos como las horas o la geografía era

tan hondo el otoño que sólo labios de hojarasca

soñé en la soledad del tren como una balada

triste y ñoña pasaron tantos otoños mujer que

ya sólo me queda de tu cuerpo de tus labios

de tus senos el profanador carmín de la despedida

 

 

En tu aliento bífido envuelto mi cuerpo

por la arquitectura densa de los dientes

corredor de amor y muerte nave de lujuria

que en tus encías recala pertrecho de la

ardua marea asciende y desciende el soniquete

de los deseos espada altanera que a los

alveolos alcanza y presurosa recorre

la planicie roma de tu cielo lengua y aliento

y besos y eterno recorrer del día en la noche

en una cabalgata sin fin reposo en el corazón

de tu boca en la honda estancia donde sólo

lenguas construyen esperanzas y alcanzan

el cenit del buen puerto de nuevo la cercana

desolación pugna por alcanzar la comisura

pero los labios las lenguas el aliento

en una excelsa función de amor

repelen sus aristas y alejan los despojos

del deseo Asciende al fin la dicha

por las entrañas y tu larga pasión

presa de mi amor sucumbe y sólo los deseos

                                      caminan juntos.

 

obscura de la muerte que nada entiende

de historias personales

El suicidio de unos besos es como un jinete

enloquecido que al corazón cabalga

y asesina que asesta saetas salvajes

que renace en las pócimas de la soledad

El suicidio de unos besos sabe de la lejanía

del mar de la escarcha de un suspiro

de los ojos pálidos de la noche

y del silencio que como un suicidio

te besa y oprime.